La historia de Javier Pozo no se asemeja a la de otros impedidos físicos, ni a la historia de cualquier otro mortal, sorteando atavismos que impiden al ser humano lograr, muchas veces, lo que Javier consiguió a fuerza de tesón, coraje y amor propio.
Abogado de profesión y con 47 años bien vividos, a decir del mismo Javier, se gana la vida con el sudor de su frente, como todo buen padre de familia. Premunido de sus dos pesadas muletas de acero, se encomienda a Dios antes de salir a la calle. Sus libros preferidos son el Código Procesal Civil y la Biblia. La poliomielitis impidió que pueda caminar como lo hacen muchos “inválidos” mentales, desde que era un bebe.
Casado y con cuatro hijos a cuestas, niños todos aún; los que son la razón de su desvelado afán por vivir y luchar como un titán. No pierde un solo caso ocurrente, en el fragor diario de su lucha por sobrevivir, se ingenia para que no falte el pan de cada día a sus hijos, y ganarse así el dinero como Dios manda, y dormir con la conciencia tranquila.
De niño – nos cuenta- tuvo que convivir a menudo con la discriminación de la gente que lo miraba con lástima, de lo que él simplemente se ríe. Y supo olvidarse de la vergüenza desde muy niño. Jamás se sintió menos que nadie. Cuando veía jugar a sus amiguitos con la pelota recuerda:
“Me gustaba el fútbol pero no me conformaba con mirar y me ponían de arquero… Mi sueño era ser como Ballesteros”. Al final de cuentas, la breve historia que hoy contamos sobre la vida de Javier Pozo, nos enseña que el éxito o fracaso de un hombre, dependerá siempre de la fe en sí mismo y, en su capacidad para salir adelante, superando trabas que muchas veces nos pone la vida. Javier, nos enseña a los que somos físicamente aptos en apariencia que todo está en la mentalidad del hombre por su perar los retos que suelen cruzar nuestro camino.
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